Una carrera topanista
Laszlo Topanich nació a finales del siglo XIX, en Sucha Beskidzka, un pequeño
pueblo del entonces poderoso Imperio Austro-Húngaro.Su vida quedó marcada por un temprano amor,el de su compañera de pupitre de la vieja escuela de Sucha e hija del terrateniente local, Natascha, con quien juró vivir el resto de su vida a la temprana edad de 6 años.
Siendo ésta una gran aficionada a la música, Laszlo decidió conquistarla convirtiéndose en un virtuoso del violín, a pesar de tener una malformación congénita en su mano derecha. Consagró a tamaño esfuerzo toda su adolescencia, graduándose en el conservatorio de Cracovia a los dieciocho años. El mismo día de su graduación, Natascha se comprometió en matrimonio con el joven Béla, diez años mayor que él, mozo de cuadra, y padre del hijo que albergaba
en sus entrañas.
Con el corazón destrozado, se enroló voluntario en el ejército del emperador y participó en la batalla por la defensa de Trieste, en la que perdió un dedo de la mano izquierda. En secreto, Trieste había sido entregada a Italia días antes de que el batallón comandado por Laszlo, decidirá resistir hasta el final con tal de no entregar la provincia al enemigo italiano.
Abatido por la derrota, prisionero de los italianos en un campo de concentración cercano a Venecia, inútil para tocar el violín, se aficionó a la fotografía y al cine. Trabó amistad con el capitán Fabio De Luca, alto mando del campo, con quien rodó el primer largometraje sobre la Gran Guerra durante los 3 años que duró su cautiverio. Lastimosamente, el día de su estreno el campamento fue destruido por un incendio y con él la única copia del film.
Laslo emigró desde Italia hasta EE.UU, donde rápidamente prosperó. Se estableció en Toledo (Ohio), donde consagró su talento a la producción de máquinas
fotográficas. Para 1924 había amasado una pequeña fortuna que decidió invertir en mejorar un invento en ciernes: la transmisión de la imagen a larga distancia. Impresionado por los avances del inventor escocés John Logie Baird, invirtió toda su fortuna en el desarrollo de la televisión electrónica. En 1931, días antes de patentar su máquina revolucionaria, el topaniscopio, el ingeniero ruso Vladimir Kosma Zworykin patentó el captador electrónico que tanto se esperaba, el iconoscopio.
Arruinado con el topaniscopio, en medio de la Gran Depresión, vende su fábrica de máquinas fotográficas para salir adelante. Una carta llegada desde Europa, provoca un cambio de rumbo en su vida en ese momento tan desesperado: sus padres acaban de morir en su Sucha natal y
debe hacerse cargo de la herencia. A su llegada a Polonia, país en el que ahora se encuentra su lugar de nacimiento, le sorprende la invasión alemana y el estallido de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de la ocupación, consigue llegar a Sucha, donde comprueba que las deudas acumuladas por su padre, aficionado al juego, le obligan a vender la granja que había heredado.
Sin embargo, ayuda a huir a la familia de Natascha, de origen judío. Cautivado de nuevo por su antiguo amor, a quien el joven Béla había abandonado apenas algunos meses después de su matrimonio, emprende con ellos el viaje hacia Estambul, atravesando los Balcanes. Con su vieja Topanirama II, el último ejemplar de su ya legendaria fábrica en Toledo (Ohio), retrata un continente presa del pánico a la guerra. En la frontera búlgara, después de más de dos mil quilómetros de viaje, caen en manos del ejército alemán.
Sólo la fortuna de Laszlo puede explicar que el comandante de la división que los
intercepta en la estación de Svilengrad fuera el viejo Fabio De Luca, quien le propone un trato: a cambio de la libertad de Natascha y su familia, Laszlo seguirá a sus tropas en la campaña de los Balcanes como reportero de guerra, a manos de su Topanirama II.
Cansado de tanto rodar por el mundo, acabó sus días junto al Danubio como locutor deportivo, comentarista musical y animador cultural, ordenando y recuperando su inmenso legado audiovisual en sus ratos libres.